Durante mucho tiempo se ha visto al graffiti como un acto vandálico que lo único que hacía era ensuciar las paredes ajenas, con los nuevos tiempos ha surgido una corriente grafitera que ha querido desterrar esa mala imagen, y ha conseguido demostrar al público que muchos de los que se dedican a esto son artistas y no gamberros.
Lo que ha hecho que ésta forma de expresión artística tengan tan mala reputación es que cualquiera que plasma su firma con un spray se llama a si mismo grafitero, y no es así, los verdaderos maestros del graffiti son auténticos artistas urbanos, quienes prestan sus servicios a muchos comerciantes para decorar sus fachadas.
El pasado domingo 6 de febrero, 72 comerciantes de la zona de Malasaña prestaron sus paredes y cierres al arte del graffiti. La iniciativa consiguió decorar 140 cierres y crear un museo del graffiti al aire libre y al alcance de todos. Participaron más de 100 artistas, procedentes de diversos lugares, desde Barcelona hasta Inglaterra y Estados Unidos.
Los primeros en invitar a los grafiteros a decorar las calles fueron los comerciantes de la calle Desengaño, como parte de un proyecto destinado a rehabilitar ésta zona que estaba dedicada a la prostitución.
Las paradas indispensables para disfrutar de este museo de arte urbano son las calles Velarde, San Vicente Ferrer, la Corredera Baja de San Pablo, la Plaza del Dos de Mayo y sobre todo el homenaje al mítico grafitero Muelle en la Plaza San Ildefonso.
Lo que ha hecho que ésta forma de expresión artística tengan tan mala reputación es que cualquiera que plasma su firma con un spray se llama a si mismo grafitero, y no es así, los verdaderos maestros del graffiti son auténticos artistas urbanos, quienes prestan sus servicios a muchos comerciantes para decorar sus fachadas.
El pasado domingo 6 de febrero, 72 comerciantes de la zona de Malasaña prestaron sus paredes y cierres al arte del graffiti. La iniciativa consiguió decorar 140 cierres y crear un museo del graffiti al aire libre y al alcance de todos. Participaron más de 100 artistas, procedentes de diversos lugares, desde Barcelona hasta Inglaterra y Estados Unidos.
Los primeros en invitar a los grafiteros a decorar las calles fueron los comerciantes de la calle Desengaño, como parte de un proyecto destinado a rehabilitar ésta zona que estaba dedicada a la prostitución.
Las paradas indispensables para disfrutar de este museo de arte urbano son las calles Velarde, San Vicente Ferrer, la Corredera Baja de San Pablo, la Plaza del Dos de Mayo y sobre todo el homenaje al mítico grafitero Muelle en la Plaza San Ildefonso.
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