La adolescencia puede ser la etapa más feliz de nuestras vidas, si tenemos suerte, claro. Es el preludio a la zona de no marcha atrás, de no vuelta de hoja. Es el último resquicio de la infancia, de la inocencia, una etapa que ha de ser vivida con calma, saborearla, aprovecharla, pues una vez concluida no queda otra que seguir siendo un adulto durante el resto de nuestras vida.
Aunque también puede ser un periodo amargo, confuso, solitario. Y normalmente somos incapaces de superar estos sentimientos frustrantes que nos impiden disfrutar de estos años tan especiales. De esto habla Skins, una tele serie británica que acaba de finalizar su quinta temporada en su país y que indaga en lo más profundo de la mente adolescente desde un punto de vista visceral, triste y melancólico; pues las risas y los excesos con los que son presentados los personajes solo camuflan un profundo desarraigo.
No hay que dejarse engañar: Las situaciones, a menudo increíbles, en las que se ven envueltos los protagonistas solo son la excusa que les conduce a la explosión o implosión, depende del caso. Las exageraciones, las drogas, el sexo, los padres satanizados, los asesinatos imprevisibles; son la mera herramienta utilizada para embriagarlo todo de ese aroma apocalíptico que les pone en el límite más rotundo.
Transgresora, provocativa y dura. Muy dura. Sin precedentes en esto del género teen. Jóvenes perdidos, desamparados, víctimas de sí mismos y de sus progenitores, promiscuos, narcisistas, adictos al sexo, adictos a las drogas, felices y muy, muy infelices. Esto es Skins. Y esto es televisión de calidad.
Práxedes Millán Erenas
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