sábado, 2 de abril de 2011

El placer de sentir el arte

Fuente: Andreyna Valera Giménez

Que sensación más estupenda e indescriptible sientes al ir caminando por un museo y encontrar de sorpresa, sin previo aviso, una de tus obras de arte favoritas, ¿Cómo explicar con palabras ese momento?, he intentado una y otra vez explicarlo, pero he tenido que aceptar que eso solo lo entiende quien lo ha sentido, y quien lo ha vivido no necesita muchas palabras para comprender lo que sientes. ¿Por qué es tan difícil entender que una obra de artes es capaz de arrancarte lagrimas de emoción y admiración?.


Al parecer a la sociedad actual solo le emociona algún drama Hollywoodense. Me sorprende, y en parte me entristece ver como la gran mayoría de las personas que visitan los museos de arte están más pendiente de hacerse una foto frente a La habitación de Arles, que admirar la grandiosidad de la obra, tratar de entrar en ella y comprender lo que el artista quería expresar con cada pincelada.

El mundo en el que vivimos, la mayoría de las veces, solo se mueve por modas, más de uno quiere visitar el Museo del Louvre solo por conocer uno de los escenarios de la película "El código Da Vinci". Últimamente parece que de algún modo se ha puesto de moda decir que se ha ido a un museo, ahora son parte de las guías turísticas, pero ¿Cuántos de los que visitan los museos se detienen más de un minuto frente a una la obra?.

Para sentir el arte no tienes que ser un experto en el tema, el arte tiene la maravillosa cualidad de ser percibida por medio de los sentidos, y eso es todo lo que necesitamos para escuchar la desesperación de Beethoven en su 9na sinfonía, desconcertarnos con las estilizadas y alargadas figuras de una escultura de Giacometti, perdernos en los paisajes de un cuadro de Pissarro, o transportarnos a los paraísos artificiales de Baudelaire.

El arte no es moda, el arte es sentimiento. El arte no es más valioso por el precio que le den en unas subasta, lo que lo hace valioso es la capacidad que tiene para impresionarnos y transportarnos a otros mundos, algunas veces, mucho mejores que el que nos rodea.

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