sábado, 19 de febrero de 2011

Cirugía estética: ¿Vanidad o complejo?


La comparación viene impuesta desde el momento en que el espejo ocupa un lugar primordial en cada una de nuestras habitaciones. Desde que somos conscientes de nuestros fallos porque nuestro reflejo nos los escupe sin mayor miramiento. Por tanto, la comparación existe desde el principio de los tiempos, pero solo en nuestro siglo XXI parece que los conceptos de complejo o baja autoestima se barajan como principales efectos secundarios.

El problema es que hoy en día tenemos que compararnos con todo el planeta. El bombardeo de imágenes nos llega desde el rincón más recóndito, la multiplicación de ventanas es tal que no valdría con el simple hecho de encerrarse bajo llave para escapar. No percibimos el problema, y si lo hacemos, somos tan conscientes de nuestra indefensión y desamparo que miramos hacia otro lado. Bulimias y anorexias que están a la orden del día y que han dejado de ser noticia se cobran tantas víctimas como pueden mientras Miley Cyrus se corona como la princesa de la pornográfica cultura estética actual y miles de chiquillas la contemplan, con ojos bobalicones, impresa en la portada de cada revista.

No es casualidad que el número de cirugías estéticas aumente con la llegada de cada año nuevo, y mucho menos que, una vez más, este tipo de mensajes cale sobre todo en la juventud. Precisamente, es España el país que encabeza las listas de operaciones de cirugía estética, con más de 400.000 intervenciones durante el año pasado, según cifras ofrecidas por la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE), mientras que un 10% de todas esas operaciones se practican en menores de dieciocho años, lo que supone una estadística aún más inquietante.
Los resultados de un sondeo realizado a pie de calle nos muestran que gran parte de la población justificaría la exposición a una intervención de este tipo si esta sirviera para suplir un problema de origen psicológico que minara seriamente la autoestima de una persona. Sin embargo, esto no siempre es así: la diferenciación entre baja autoestima y simple vanidad parece ser difícil de esgrimir en base a las cifras que se manejan. De todo esto se aprovecha el vacío legal que parece imperar a la hora de legislar casos de este tipo: En España, la Ley de Autonomía del Paciente obliga a los especialistas a contar con el consentimiento de los padres para practicar operaciones de cirugía estética a menores. Sin embargo, a partir de los dieciséis años, el paciente podrá someterse a la operación sin el consentimiento paterno, si el médico que le asiste considera que cuenta con la suficiente madurez mental.

Resulta poco creíble la mera suposición de que el 100% de los adolescentes que han sido intervenidos hayan pasado por este filtro de madurez requerido. La superficialidad y frivolidad que imperan en la sociedad y la exaltación de los valores equivocados llevan a los jóvenes a decidir con una arbitrariedad pasmosa y peligrosa. Un adolescente no está capacitado ni para decidir ni para someterse a un proceso quirúrgico de estas características, sobre todo si lo hace por las razones equivocadas: con todo esto, durante la etapa madurativa pueden verse en peligro dos procesos fundamentales: el logro de la autonomía y la formación de la identidad.

Práxedes Millán Erenas

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